¡¡ME HARTAN MIS PADRES!!


 YO Y LOS OTROS


¡¡ME HARTAN MIS PADRES!!

Por Kevin A. Mucharraz


Las relaciones familiares en la etapa de adolescencia, ha sido un tema que ha aumentado el interés en el área de la psicología porque es en esta etapa donde se refiere al deterioro del clima familiar (desde la pubertad). Los jóvenes que se presentan como indisciplinados, conflictivos y enfrentados a los valores de los adultos, se corrobora en algunos estudios centrados en las ideas y estereotipos sobre la adolescencia (Buchanan y Holmbeck,1998; Casco y Oliva, 2005). Además, existen libros de enseñanza hacia los padres de familia para orientarlos en el camino de transmisión optimista: “Manual para padres desesperados con hijos” adolescentes (Fernández y Buela-Casal, 2002) o “No mate a su hijo adolescente” (Litvinoff, 2002).

Se ha señalado que la visión es un imaginario popular, indicando que los mayores siempre han considerado a este grupo de edad, como rebelde e inmaduro porque no se precisaba su incorporación inmediata al mundo adulto (Demos y Demos, 1969; Enright, Levy, Harris y Lapsley, 1987). Ante la conflictividad (es necesario destacar que), en la adolescencia temprana, suelen aparecer algunas turbulencias en las relaciones entre padres e hijos (en la mayoría de familias). Estas relaciones, siguen siendo afectuosas y estrechas, pero sólo en un reducido porcentaje de casos, los conflictos alcanzarán una gran intensidad. Además, los adolescentes más conflictivos suelen ser aquellos jóvenes que atravesaron una niñez difícil, ya que sólo un 5% de las familias que disfrutan de un clima positivo durante la infancia, no presentan problemas serios en la adolescencia (Steinberg, 2001).

Causas de la perturbación en las relaciones de los padres con sus hijos.

Cómo decían Oliva y Parra (2004) “los adolescentes presentan cambios hormonales y los padres provocan la transformación”. Estos cambios, suelen tener consecuencias sobre los estados emocionales del adolescente y repercuten de forma negativa en sus relaciones con quienes les rodean. Además, existe un incremento en el deseo y actividad sexual que inclina a los padres a mostrarse más restrictivos y controladores con respecto a las salidas y amistades del chico y, sobre todo, de la chica (Brooks-Gunn, Graber y Paikoff, 1994). Igualmente, tienen un cambio cognitivo como consecuencia del desarrollo en el pensamiento operatorio formal y esto los llevará mostrarse más críticos con las normas y regulaciones familiares para desafiar a la autoridad parental (Smetana, 2005).

 Finalmente, es importante destacar el aumento del tiempo que pasan con el grupo de iguales (Larson y Richards, 1994). Esta situación, permite al adolescente una mayor experiencia en relaciones simétricas o igualitarias con toma de decisiones compartidas y lo llevarán a desear un tipo de relación similar en su familia, lo que no siempre será aceptado de buen grado por unos padres que se resisten a perder autoridad (Collins, 1997; Smetana, 1995).

 

Dimensiones importantes en la relación de los padres y adolescentes.

AFECTO.

Dimensión más relevante cuando se observa las relaciones familiares ya que se utiliza para hacer referencia a los aspectos como la cercanía emocional, apoyo, armonía y/o cohesión para asociarla al control (Baumrind, 1968). La comunicación va ligada por ser la continuidad de su presencia en relaciones parentofiliales desde la infancia por sostener intercambios cálidos y afectuosos con sus padres (Flouri y Buchanan, 2002).

Existen datos que indican una disminución en la cercanía emocional; expresiones de afecto (Collins y Repinski, 1994), y el tiempo de calidad que tienen en conjunto (Larson, Richards, Moneta, Holmbeck y Duckett, 1996). Cuando el afecto, el apoyo y la comunicación positiva caracterizan las relaciones entre padres y adolescentes, estos últimos muestran un mejor ajuste psicosocial, incluyendo confianza en sí mismos (Steinberg y Silverberg, 1986).

CONFLICTOS

Cuando existen conflictos, es un rasgo característico de la representación social (Casco y Oliva, 2005). La intensidad emocional con la que se vivía, aumentaba entre la adolescencia inicial y la media para disminuir ligeramente a partir de ese momento. Como ha señalado Smetana (2005), las discrepancias más habituales suelen referirse a asuntos personales que el adolescente intenta situar en el ámbito de su propia jurisdicción, mientras que son menos frecuentes las disputas sobre asuntos morales o convencionales, que chicos y chicas siguen considerando sujetos a la autoridad parental.

La estrategia para la resolución del conflicto, es poco probable que se resuelva mediante compromiso y negociación y con frecuencia, ya que el joven abandona la discusión y se retire a su cuarto o que el padre imponga su punto de vista obligando al adolescente a asumirlo, pero la sumisión irá decayendo mientras aumenta el malestar emocional y estrés experimentado (Noller, 1994). Este aspecto puede verse afectado negativamente cuando las desavenencias son recurrentes, pues los padres suelen describir esta etapa como la más difícil en el ejercicio de su rol parental (Steinberg, 2001).

 El malestar inmediato que se crea, tiene un efecto positivo a medio plazo sobre las relaciones y al propio adolescente para favorecer una reestructuración del sistema familiar y una renegociación de roles que alcanza un nuevo equilibrio y tendrá en cuenta las nuevas necesidades del adolescente porque facilitará su individuación y construcción de identidad personal (Granic et al. 2003; Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001; Smetana, 2005).

CONTROL

Se expone la segunda dimensión de la clasificación de Baumrind (1968), que refiere a estrategias socializadoras por parte de los padres (incluyendo el establecimiento de normas y límites, aplicación de sanciones, la exigencia de responsabilidades y la monitorización o conocimiento por parte de los padres de las actividades que realizan sus hijos).

Se han señalado que la relación encontrada en muchos estudios entre control y ajuste adolescente se basa en una idea que suele asumirse con escasa evidencia: si los padres tienen información sobre lo que hacen sus hijos en su tiempo libre, es como consecuencia de la monitorización o vigilancia que realizan o límites que establecen a su comportamiento (Stattin y Kerr, 2000). Es decir que los padres crean estrategias para controlar el comportamiento del adolescente para obtener información en relación al ajuste y se asocia con indicadores negativos pero los hijos, cuentan espontáneamente (y se puede observar una falsa asociación).

Musitu y García (2005), encontraron que los adolescentes cuyos padres presentaban un estilo permisivo, se mostraron más ajustados que aquéllos con padres democráticos o autoritarios, lo que es interpretado por estos autores como un efecto moderador. Finalmente, Chao (2001) observó la superioridad de los estilos caracterizados por el control autoritario de cara a la promoción del ajuste comportamental de niños y adolescentes pertenecientes a culturas colectivistas. Sin embargo, pero Steinberg (2001) y Sorkhabi (2005) encuentran un mejor ajuste en los niños y niñas criados en un entorno democrático, incluso en culturas colectivistas.


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